Leroy Merlin y EFICIA refuerzan su compromiso con la gestión sostenible del agua
El desarrollo sostenible, el ahorro energético en la construcción y el aumento de los precios de la energía… son temas que oímos a diario, sobretodo porque el sector de la construcción es uno de los mayores consumidores de la energía en España. Están surgiendo muchas soluciones y tecnologías para ayudar a las empresas a sortear las distintas limitaciones y oportunidades. Pero ¿qué pasa con el papel del ser humano en estas situaciones?
Acciones del día a día: un impacto considerable
Si bien las nuevas tecnologías vinculadas al IoT y al Big Data aportan al rendimiento energético de los edificios, el factor humano sigue siendo el más importante para generar ahorros de energía y realizar acciones medioambientales.
Antes de gestionar su edificio y utilizar un servicio de control remoto de sus equipos, lo más eficaz para maximizar su funcionamiento, son las acciones rápidas, sencillas y eficaces que pueden realizar los usuarios.
Todo comienza con el enfoque de los ocupantes sobre el consumo de electricidad. Mientras que en casa la factura y las luces apagadas repercuten directamente en el bolsillo, es cierto que en la oficina o en los edificios públicos la sensación es muy distinta.
Por tanto, la primera acción consiste en sensibilizar a los ciudadanos sobre la responsabilidad ambiental individual y explicarles que la cuestión no es “quién paga la factura”, sino “qué consecuencias” pueden tener nuestros hábitos de consumo en el medio ambiente y en el uso de los recursos energéticos. Tanto en el hogar como en el exterior, los hábitos de cada uno deben contribuir al ahorro de energía.
Por supuesto, la luz no es la única palanca para una buena transición energética: la calefacción sigue siendo uno de los mayores gastos de los hogares y las empresas. Y como en el caso de la luz, donde tenemos cuidado de no aumentar la factura en casa manteniendo la calefacción a 20ºC, es más fácil subir la temperatura a 25ºC en invierno. Sin embargo, el confort térmico ideal se acerca a los 20°C y esta temperatura es suficiente para preservar un confort térmico óptimo de los ocupantes.
El usuario responsable tiene un gran impacto en la optimización de la energía, sobre todo porque hay formas de encontrar el equilibrio adecuado entre consumo y confort.
Nuevas tecnologías: ¿Autonomía?
Es un error común pensar que la tecnología puede automatizarlo todo. Pero una tecnología, por muy perfecta que sea, sin un control humano, presentaría necesariamente fallos o falta de optimización.
De hecho, cada vez son más los edificios denominados “conectados” que ven cómo su rendimiento disminuye con el paso del tiempo y se encuentran con múltiples fallos de funcionamiento. Durante el primer año, los sistemas instalados funcionan sin supervisión, pero a medida que el edificio evoluciona, la multitud de sistemas que se programaron inicialmente acaban, por falta de atención, sin cumplir las expectativas.
Por lo tanto, la intervención humana es esencial para el buen funcionamiento de los centros y es complementaria a la automatización; por ejemplo, para un edificio cuyo uso inicial previsto era de 13 horas, se reduciría a 10 horas. Un mantenedor, un técnico o un especialista en energía debe reajustar los parámetros para optimizar el funcionamiento y seguir generando ahorros de energía.
Al final, las tecnologías son una excelente herramienta para gestionar la actividad en los edificios, pero siguen siendo una ayuda controlada en el tiempo para el ser humano; ya sea para optimizar el consumo, maximizar el funcionamiento o simplemente en un enfoque de desarrollo sostenible.
Control de la energía: el toque humano
En el sector de la construcción y en las áreas de mantenimiento y gestión de obras, los análisis de consumo y la supervisión de la energía son cada vez más importantes en la concepción de las actividades de las empresas.
Al mismo tiempo, en los últimos años, las industrias se han digitalizado. El resultado es una gran producción de datos energéticos procedentes de contadores, sensores, máquinas, autómatas, objetos conectados, etc. Esta información es una auténtica mina de oro, a menudo infrautilizada.
Una serie de tecnologías y herramientas permiten ahora supervisar estos datos en tiempo real y comunicar información crítica sobre la actividad, como averías o fallos de funcionamiento. Sin embargo, estas alertas siguen siendo insuficientes porque no aportan ninguna solución ni acción.
Y como no basta con señalar las averías, la intervención humana sigue siendo esencial para el buen funcionamiento de un edificio. Por ejemplo, si el consumo de un sitio aumenta cuando hace calor, ¿por qué no instalar paneles fotovoltaicos como solución? Los datos y las tecnologías que los recogen y comunican no pueden impulsar la decisión de inversión.
Es la combinación de la experiencia humana y los datos precisos lo que mejorará de forma sostenible el rendimiento energético del edificio. Y como tal, debe seguir controlando la transición energética.
Por último, aunque un edificio suele construirse para un fin concreto, su vida útil es entre 50 y 100 años, lo cual implica inevitablemente una evolución de sus funciones principales. Las oficinas pueden transformarse en una piscina, un hotel, etc.
Todos estos ejemplos demuestran que prescindir del elemento humano en un proyecto de optimización energética no es ni deseable, ni realista, ni concluyente.
Por Alric MARC, director general de EFICIA.