Leroy Merlin y EFICIA refuerzan su compromiso con la gestión sostenible del agua

El 90% de las empresas con las que nos reunimos creen que los BMS les permiten ahorrar energía por sí solos. Este argumento está muy extendido en el ecosistema, pero es erróneo.
Ante el deseo y/o necesidad de equipar sus edificios, muchas empresas se preguntan sobre las ventajas prácticas de colocar un BMS, «¿Cuál debo elegir? ¿Y con qué fin? «
Implantar un sistema de BMS abierto es un requisito previo si no se quiere estar cautivo de una marca, ya que los fabricantes suelen desarrollar lenguajes de comunicación propios que dificultan el cambio de una solución a otra.
En todos los casos, el BMS es una base útil que debe combinarse con un servicio de control inteligente si se quieren obtener resultados significativos y, sobre todo, duraderos. En la gran mayoría de los casos, los sistemas de automatización de edificios no controlados conducen rápidamente a una desviación del consumo, lo que hace que los costes de explotación de los edificios se disparen.
El BMS es, por tanto, el primer elemento de un sistema más completo.
Hay que pensar en el BMS como en un vehículo potente, y está claro que no se arriesgaría a poner el volante en manos de un conductor inexperto, o incluso de uno que ni siquiera tenga carné de conducir, o podría no llegar muy lejos.
Cada edificio tiene sus características específicas y, por ello, no todas las normas de gestión se aplican de la misma manera. Para controlar un edificio de manera eficiente, hay que tener en cuenta una amplia gama de factores, como las previsiones meteorológicas, las temperaturas interiores y exteriores, los niveles de ocupación, los ciclos de actividad, los tipos de equipos, etc.
La mayoría de las veces, la gestión del BMS se deja en manos del encargado del mantenimiento de la obra, cuyo principal objetivo es garantizar la continuidad del funcionamiento del edificio. Para este último, el rendimiento energético suele ser una misión secundaria, debido a la falta de mandato, experiencia y herramientas, por no hablar de la elevada rotación en los contratos multitécnicos. En esta ecuación, no es raro que la gestión venga dictada por las exigencias de los usuarios, en detrimento del ahorro energético.
Así pues, la instalación de un sistema BMS puede resultar contraproducente debido a las malas prácticas. Abandonar simplemente la gestión de este sistema de control tiene un impacto muy negativo en el funcionamiento del edificio y de sus ocupantes.
El BMS es, por tanto, una palanca de rendimiento, pero no una solución autónoma. Para maximizar su eficacia, debe integrarse en una estrategia energética global, acompañada de una toma de conciencia de los problemas y de una formación adecuada de las personas implicadas. ¡El BMS es la primera nota de una sinfonía compleja!
La posición de Eficia sobre los BMS es coherente con este enfoque. La automatización de edificios no es un fin en sí mismo, sino más bien el primer paso, una palanca esencial para alcanzar la eficiencia energética.
Esta sinergia entre la inteligencia a bordo y la experiencia humana es fundamental para maximizar los beneficios de una implantación satisfactoria. Sólo mediante el uso inteligente de los BMS se pueden lograr resultados significativos.